El gran mal de América hispanohablante

Este corto y conciso análisis proviene de la observación de la vida política de varios países Sudaméricanos, extrapolado a la América hispanohablante, y a la vez, proviene de la comparación con sistemas democráticos más sólidos como los parlamentarismos europeos, sean estatales (como Italia, España o Alemania) o supra estatales como la UE.
La América hispanohablante no es fuerte en democracias, eso está fuera de discusión. Las razones son demasiado extensas como para tratar de exponerlas en un post. Pero los síntomas de estas democracias débiles son visibles y pueden ser enumerados y llevados al denominador común, aunque para muchos pueden resultar esquivos y difíciles de percibir.
El gran mal de nuestra región se llama espíritu antidemocrático.

¿Qué es el espíritu antidemocrático?
El espíritu antidemocrático se escuda en formas democráticas aparentes, pero a escondidas actúa sin respeto a los valores e ideales democráticos. Puede estar en la función Legislativa, en la función Ejecutiva, en la función Judicial. Pero actúa, no solo en la política, sino que está en todas las formas de sociedades. Este espíritu toma diferentes formas (todas las imagenes: Depositphotos, editadas por Marcelo Favio Media Designer):
- Boicot, complotando contra proyectos de gobierno desde otros poderes sobre temas donde la injerencia de los interesados se puede reducir,
- Interés en difundir información falsa y opiniones parcializadas,
- Influir desde un puesto de poder a favor de un elemento ilegítimo, privado o particular.

- Interés en no permitir el cambio, sino de permanecer como el/un grupo dominante,
- No reconocer el peso e importancia justos de grupos de minoría, o minoritarios, sea en las instituciones de gobierno como en la vida cotidiana.
- Negarse al diálogo, la discusión y el consenso sobre temas de amplio interés,

- Interés en no educar a las nuevas generaciones en nuevas y mejores costumbres democráticas, sino más bien en adoctrinar ideológicamente. O sencillamente poco o nulo interés en educar a estas generaciones (una forma pasiva de vivir el espíritu antidemocrático),

- Apelar al populismo (precede y acompaña a las oclocracias). Esto es que justifica personajes, formas y discursos en base a su popularidad, no en base a su equidad, productividad o mérito.

- Necesidad imperiosa de aparecer como la única alternativa sensata, capaz, legítima, honrada, solucionadora.
- Creer que el ganador es “MI candidato/partido” porque lo apoyé en campaña. En ese sentido, cuando el partido/candidato gana entonces “gobernamos nosotros”, tenemos “más derecho”, es una forma de apoderarse, e impulsar al candidato por una identificación subjetiva con el ganador, y pretende doblegar al otro/otros candidatos y los derechos de sus votantes. Esta me parece que es la mejor señal que el ambiente no es nada democrático. Supone que el ganador tiene “luz verde” para todo y no debe haber oposición.

Estos problemas deben ser desmontados, de ser posible, uno por uno. Solo así podremos deconstruir este espíritu y generar soluciones que impidan su proliferación y el daño al ambiente social y democrático de nuestra región que se ha venido generando desde décadas.
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